PAISAJE CON FOSILES


 A la vuelta de mi casa un baldío divide a lo largo la calle  ancha de tierra, no sé hasta dónde.

 

 Entre las malezas se puede ver  dos surcos parejos de hierro, sembrados sobre  maderos (!!)

 

 Cada tanto emergen floraciones de aspecto metálico y complejo.     

Es difícil saber si se originaron por germinaciones del hierro, o si –más probablemente- son restos fósiles de gigantescos ortópteros, acríidos, himenópteros...; marsupiales palmípedos;  monjes emigrantes;      señaleros a la deriva u otros náufragos que se acercaban a abrevar excrecencias ferrosas de los surcos.

 

El “Finito”, “Bigote”  y  “Llovizna” decían que ese era el sendero de extinguidas caravanas de carromatos de hierro y madera, humeantes, estruendosos, veloces y estupendos que los ingleses usaban para hacer negocios …  y la gente para explorar el desierto verde.

 

   Tales dichos (con las reservas del caso, por tratarse de alcohólicos y muertos) tienen escaso apoyo de otros viejos del pueblo;  

pero -hasta yo mismo, debo confesar-  últimamente he creído sentir en la alta noche temblar el piso de mi casa con estridencias metálicas...   

         y terribles,     desgarradores aullidos de barco herido en tierra, capaces de despertar a cualquiera de su más profundo sueño…

 

    Con estos dibujos trato de registrar algunos de esos hallazgos, aunque seguramente serán de poca utilidad.

 

 

 

 

                                                             Joaquín Aroztegui

 

                                                       La Paz, agosto de l997